domingo, 3 de agosto de 2014

La ironía hipócrita

En la vida hay muchas cosas divertidas: las novelas de Poncela, los pensamientos de Wilde, las obsesiones de Freud, etc. pero entre todas esas cosas divertidas que existen en el mundo encontramos una muy especial: la hipocresía humana.

¿Por qué somos hipócritas? ¿Somos hipócritas por naturaleza? ¿La hipocresía es parte de la condición humana? Yo no diría que solo somos hipócritas sino que también estamos llenos de ironías, y que ambas, ironía e hipocresia, van cogidas de la mano y se revuelcan por las noches en un motel de mala muerte. 

La gente, tan divertida que es, vive de ironías que nos muestra todo el tiempo. Ellos y ellas piden sinceridad y dicen ser sinceras, cuando no soportan las verdades crudas y evitan las comentarios mal intencionados; cuando callan por temor a ser juzgadas y viven de mentiras blancas. Deben saber todos que las mentiras son y serán mentiras, empezando por la mentira misma que supone la sinceridad a medias. Ellos y ellas piden honestidad y dicen ser honestos, cuando no soportan compartir sus verdades, cuando se guardan así mismos en corazas de titanio, impenetrables, insufribles. Si ellos y ellas no empiezan por ser honestos, por abrir su corazón valientemente sin importarles las futuras heridas, los otros, los demás, nunca serán capaces de abrir su corazón sin importar las injurias venideras. La gente, tan divertida que es, vive de la hipocresía, porque nos venden mentiras como verdades, todos, cada uno de ellos, sin excepción. Todos son mitomanos porque se creen sus mentiras, y todos jugamos el juego de la mitomanía pues todos vendemos mentiras como sueños y compramos sueños sin saberlos mentiras, todos, cada uno de nosotros, sin excepción.

¿Qué es el mundo sino un conjunto de ironías e hipocresía?