domingo, 3 de agosto de 2014

La ironía hipócrita

En la vida hay muchas cosas divertidas: las novelas de Poncela, los pensamientos de Wilde, las obsesiones de Freud, etc. pero entre todas esas cosas divertidas que existen en el mundo encontramos una muy especial: la hipocresía humana.

¿Por qué somos hipócritas? ¿Somos hipócritas por naturaleza? ¿La hipocresía es parte de la condición humana? Yo no diría que solo somos hipócritas sino que también estamos llenos de ironías, y que ambas, ironía e hipocresia, van cogidas de la mano y se revuelcan por las noches en un motel de mala muerte. 

La gente, tan divertida que es, vive de ironías que nos muestra todo el tiempo. Ellos y ellas piden sinceridad y dicen ser sinceras, cuando no soportan las verdades crudas y evitan las comentarios mal intencionados; cuando callan por temor a ser juzgadas y viven de mentiras blancas. Deben saber todos que las mentiras son y serán mentiras, empezando por la mentira misma que supone la sinceridad a medias. Ellos y ellas piden honestidad y dicen ser honestos, cuando no soportan compartir sus verdades, cuando se guardan así mismos en corazas de titanio, impenetrables, insufribles. Si ellos y ellas no empiezan por ser honestos, por abrir su corazón valientemente sin importarles las futuras heridas, los otros, los demás, nunca serán capaces de abrir su corazón sin importar las injurias venideras. La gente, tan divertida que es, vive de la hipocresía, porque nos venden mentiras como verdades, todos, cada uno de ellos, sin excepción. Todos son mitomanos porque se creen sus mentiras, y todos jugamos el juego de la mitomanía pues todos vendemos mentiras como sueños y compramos sueños sin saberlos mentiras, todos, cada uno de nosotros, sin excepción.

¿Qué es el mundo sino un conjunto de ironías e hipocresía?

domingo, 27 de abril de 2014

Ay si yo le dijera…

Ay si yo le dijera…

Mire señorita linda voy a decirle lo que siento, disculpe si se enredan mis palabras ya que de mi emoción son vivo reflejo. No tema si le digo un par de barbaridades pues comprenda usted que barbarismos comete aquel que siente intensamente, aquel que se deja llevar ciegamente por su instinto, obviando enteramente la existencia de la razón, si es que alguna vez llego a existir.  Aclarado este pequeñísimo detalle, empezare a derramar sobre usted mi torrente de emociones, así que agárrese fuerte que el viaje será turbulento.

Quisiera comenzar diciéndole que usted me fascina, me fascina tanto o más que uno de esos programas de Discovery Channel. También decirle que usted me mueve a la ridiculez y me pone en contacto con mi lado más idiota, me pone usted a escribir poesía barata, a componer canciones  de 7 minutos compuestas de una sola estrofa, incluso, por usted he llegado a escribir versos sinceros, que es lo mismo que escribir bobadas de forma aleatoria, atropellando la poesía de la forma más demencial posible, como si de carritos chocones se tratase.

Me parece usted una mujer hermosa, majestuosa, de porte elegante incluso en sus momentos de informalidad. Tiene usted un perfil perfecto, una sonrisa cálida, un cabello envidiable, tan envidiable que hasta yo se lo envidio. Tiene usted unos ojazos, que ojos tan lindos tienes debajo de esas dos cejas[1]; tiene usted unos labios exquisitos, y déjeme decirle que esos labios suyos han sido mi tortura desde que la conozco, pues cada noche de esta eterna primera no puedo cerrar mis ojos sin imaginar juntando sus labios con los míos.

Me encanta la forma en la que no sabe bailar, la forma en la que se mueve queriendo llevar el control de todo, ummm, pensándolo bien usted quiere tener el control de todo, porque la verdad es que es usted una mandona sin remedio, para alegría y desgracia mía. Su voz es maravillosa, su canto es mi deleite, escucharla ha sido desde siempre uno de mis mayores placeres; a veces pareciese que su voz se ha quedado para vivir dentro de mí, como una cajita de música que toca sus más bellas melodías dentro de mi corazón.

Para terminar quisiera decirle que usted es música, música que yo ansío, que sueño todas las noches, que transcribo en las paredes de la locura, que interpreto de las maneras más absurdas y estimulantes. Usted es música que enriquece mi vida y, por más estúpido y dependiente que parezca, que me motiva. Yo sé que no la necesito pero la deseo, porque usted es única, dentro de lo poco únicos que podemos ser, y por eso tengo anhelos de usted, porque hace las cosas distintas en este mundo de incesante cotidianidad.

Ah, y una cosa más, tiene usted un aire de mujer espiritual que cura todas mis dolencias.


[1] Solo en este caso, un cliché puede expresar perfectamente aquello que pienso.