domingo, 27 de abril de 2014

Ay si yo le dijera…

Ay si yo le dijera…

Mire señorita linda voy a decirle lo que siento, disculpe si se enredan mis palabras ya que de mi emoción son vivo reflejo. No tema si le digo un par de barbaridades pues comprenda usted que barbarismos comete aquel que siente intensamente, aquel que se deja llevar ciegamente por su instinto, obviando enteramente la existencia de la razón, si es que alguna vez llego a existir.  Aclarado este pequeñísimo detalle, empezare a derramar sobre usted mi torrente de emociones, así que agárrese fuerte que el viaje será turbulento.

Quisiera comenzar diciéndole que usted me fascina, me fascina tanto o más que uno de esos programas de Discovery Channel. También decirle que usted me mueve a la ridiculez y me pone en contacto con mi lado más idiota, me pone usted a escribir poesía barata, a componer canciones  de 7 minutos compuestas de una sola estrofa, incluso, por usted he llegado a escribir versos sinceros, que es lo mismo que escribir bobadas de forma aleatoria, atropellando la poesía de la forma más demencial posible, como si de carritos chocones se tratase.

Me parece usted una mujer hermosa, majestuosa, de porte elegante incluso en sus momentos de informalidad. Tiene usted un perfil perfecto, una sonrisa cálida, un cabello envidiable, tan envidiable que hasta yo se lo envidio. Tiene usted unos ojazos, que ojos tan lindos tienes debajo de esas dos cejas[1]; tiene usted unos labios exquisitos, y déjeme decirle que esos labios suyos han sido mi tortura desde que la conozco, pues cada noche de esta eterna primera no puedo cerrar mis ojos sin imaginar juntando sus labios con los míos.

Me encanta la forma en la que no sabe bailar, la forma en la que se mueve queriendo llevar el control de todo, ummm, pensándolo bien usted quiere tener el control de todo, porque la verdad es que es usted una mandona sin remedio, para alegría y desgracia mía. Su voz es maravillosa, su canto es mi deleite, escucharla ha sido desde siempre uno de mis mayores placeres; a veces pareciese que su voz se ha quedado para vivir dentro de mí, como una cajita de música que toca sus más bellas melodías dentro de mi corazón.

Para terminar quisiera decirle que usted es música, música que yo ansío, que sueño todas las noches, que transcribo en las paredes de la locura, que interpreto de las maneras más absurdas y estimulantes. Usted es música que enriquece mi vida y, por más estúpido y dependiente que parezca, que me motiva. Yo sé que no la necesito pero la deseo, porque usted es única, dentro de lo poco únicos que podemos ser, y por eso tengo anhelos de usted, porque hace las cosas distintas en este mundo de incesante cotidianidad.

Ah, y una cosa más, tiene usted un aire de mujer espiritual que cura todas mis dolencias.


[1] Solo en este caso, un cliché puede expresar perfectamente aquello que pienso.

No hay comentarios: