Las aventuras de Ferdinand,
Das Baritonal Hund.
Capítulo 1
Donde conocemos a Ferdinand y a Julieth
Era
un día muy normal para Ferdinand, normal pero entretenido. Había estado
ensayando la cavatina de Fígaro para la primera función de “Il Barviere di Seviglia”
en La Scala, Milan. Se sentía motivado y contento pero también sentía que algo
no andaba bien, presentía que muy pronto algo grande iba a pasar, algo que
revolucionaria su vida… o quien sabe, tal vez estaba delirando por causa de las
50 tazas de café que se había tomado esa semana.[1]Termino
de practicar y se sentó para lamerse, como era costumbre suya desde hace
algunos años. Sonó la puerta, dejo de lamerse con devoción y se dirigió hacia
ella. A propósito, se estaba quedando en un hotel lujosísimo, y se lo merecía
porque era una estrella, no un divo sino un gran artista con mucha humildad. Una
grata sorpresa le esperaba en el portal, era su nueva amiga Julieth, la cual
había conocido en Venecia hace unos días. Julieth era una persona muy
simpática, de pómulos flotantes, sonrisa quasi-eterna y voluntad férrea. Le
gustaban los grandes retos y el café, como a Ferdinand. Se sintió muy feliz,
realmente no esperaba volver a verla sino hasta su retorno a Venecia, pero
bueno, allí estaba, de pie en el portal, sin decir una palabra, con una
expresión que decía a gritos “¡Hey, mírame, soy feliz!”. Y entonces, ella lo
saludo.
-
¡Hallochen,
Das Baritonal Hund!
-
¡Mademoiselle
Julieth! Que contento estoy de verla, haha, su sonrisa es contagiosa.
-
Haha
¿Qué haces, Ferninand?
-
Antes
de que llegaras me estaba lamiendo.
-
Haha,
que lindo.
-
Haha,
¿te parece? Solo es higiene personal.
-
Si,
me parece.
Por
alguna razón, Ferninand sospechaba que todo le parecía lindo, así que quiso
comprobarlo.
-
Ahmmm
Julieth.
-
Dime,
Das BaritonalHund.
-
No
seas tan formal conmigo, solo dime “Barón Ferdinand, amo y señor del universo”
-
Hahahaha,
bueno.
-
No,
es broma, solo dime Ferdinand.
-
Esta
bien.
-
Ahora
te pregunto, ¿recuerdas lo qué hablamos ese miércoles en Venecia?
-
Pues
fueron muchas cosas, ¿por qué?
-
Me
dijiste que tenías una misión importante y que tenías que quedarte.
-
Si,
todavía la tengo y para eso vine aquí, solo estoy dejando que llegue hacia mí.
-
¿Qué
llegue hacia a ti?
-
Si,
luego te explico con más detalle, ¿me acompañas a dar un paseo?
-
Me
encantaría, pero antes debo hacer algo.
-
¿Qué
cosa?
En
ese momento Ferdinand dio un pequeño ladrido.[2]
-
¡Ay!
¡Que hermoso!
¡Aja,
lo sabía!.
-
Ahora
si, podemos irnos.
Ferdinand, siempre estaba listo para todo.
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